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Hasta hace unos cuantos años era una auténtica desconocida para nosotros, entre otras cosas, porque los aparatos electrónicos se fabricaban para durar. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la obsolescencia programada se ha convertido en una de nuestras máximas preocupaciones a la hora de adquirir este tipo de productos.

La obsolescencia programada es, para que nos entendamos, la fecha de caducidad que les ponen las compañías a sus productos para hacer que compremos otros nuevos con cierta asiduidad. Por lo general, se aseguraban de que durasen los dos años que debían cubrir con sus garantías, aunque la nueva legislación que entra en vigor el 1 de enero de 2022 amplía este periodo a tres años. Así que lo más probable es que asistamos a un sorprendente alargamiento de la vida de electrodomésticos, ordenadores y demás artilugios de este tipo.

La obsolescencia programada no solo es real, sino que resulta mucho más cercana de lo que pensamos, ¡vamos a verlo!

Ejemplos de obsolescencia programada

Aunque la primera vez que nos explican el concepto de la obsolescencia programada nos echamos las manos a la cabeza, en realidad es algo mucho más cotidiano de lo que somos conscientes:

  • Baterías de portátiles y smartphones que a los dos años de uso no duran ni la mitad de tiempo de lo que la compañía nos anunció al adquirirlas.
  • Cámaras de fotos que dejan de hacer tan buenas imágenes como al principio ante el deterioro acelerado de sus componentes y/o las constantes actualizaciones de software en el caso de los teléfonos móviles.
  • Fotocopiadoras e impresoras que están configuradas para dejar de funcionar al haber alcanzado un número determinado de copias.
  • Bombillas que nos anuncian en el propio envase el número de horas de uso de las que disponen (y que por lo general no cumplen).
  • Vehículos que, estén mejor o peor cuidados, sufren una serie de ‘achaques’ muy similares con el paso de los años.
  • Electrodomésticos que antes duraban una vida entera, como las neveras, lavadoras, tostadoras o batidoras, y que ahora debemos renovar cada cierto tiempo.

Basta con pensar un poco para darnos cuenta de que encontramos ejemplos de obsolescencia programada a nuestro alrededor a diario. Además, la mejor muestra de que existe es esto: suele ser más fácil y más barato comprar algo nuevo que reparar lo antiguo.

Obsolescencia programada vs obsolescencia percibida

La obsolescencia percibida se diferencia de la obsolescencia programada en que no es que lo que queremos cambiar se haya roto, sino que los fabricantes nos hacen pensar que ‘se ha quedado anticuado’. Esto, que lleva toda la vida ocurriendo con la ropa y sus cambios de temporada, lleva unos años pasando también con los elementos electrónicos.

La verdad, la diferencia entre un smartphone de reciente lanzamiento y su modelo inmediatamente anterior no es tan abismal como nos quieren hacer pensar. Pero el fabricante nos hace pensar que sí, y con unas pocas características nuevas y un rediseño nos hace sentir la necesidad de adquirirlo, porque tiene que venderlo.

Luchar contra la obsolescencia percibida es cuestión de mentalidad, de ser conscientes de lo que tenemos y, sobre todo, de lo que necesitamos. En cuanto a la obsolescencia programada, lo mejor es contar con un buen seguro de hogar completo que cubra cualquier tipo de problema que ocurra en nuestros electrodomésticos. Además, ahora que las compañías estarán obligadas a guardar sus piezas durante al menos 10 años… ¡Tener cubiertas ciertas reparaciones va a ser una auténtica gozada!

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