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En algunas ocasiones la comida se vuelve un sustituto de aquello que nos falta o una manera de controlar las emociones que no sabemos gestionar. Las consecuencias de comer de esta manera pueden ser negativas para nuestro organismo.
Si alguna vez te ha pasado y quieres identificarlo antes de que ocurra, te damos las claves para distinguir el hambre física del hambre emocional. ¡Apunta!

Hambre física

Es lo que conoceríamos como el hambre “normal”. Surge cuando nuestro cuerpo necesita alimentos para seguir trabajando con normalidad.
Va aumentando gradualmente si no ingieres ningún tipo de alimento que lo sacie.  Además, en el momento en el que el cuerpo ya tiene los alimentos que necesita para seguir funcionando, la sensación de hambre desaparece.

Hambre emocional

Para distinguirla es tan fácil con compararla con el hambre física. Si sientes la sensación de que necesitas comer, pero no tienes hambre, simplemente aburrimiento, tristeza, ansia… Entonces, estas una sensación de hambre emocional. En estas ocasiones por más que comas no sentirás que esa sensación de querer comer desaparece, ya que tu cuerpo no te está demando nutrientes.  
El hambre emocional intenta reconfortar al cuerpo, pero no lo consigue. Mientras que lo comes sentirás una satisfacción, pero cuando termines lo más seguro es que los sentimientos de culpa y remordimientos aparezcan.

Cómo evitar el hambre emocional

Que en ocasiones tengas hambre emocional no es malo, a todo el mundo le sucede. Lo que debes saber es cómo gestionarla y no dejarte llevar por ella.
En el momento que sientas hambre y la identifiques como emocional, piensa. Elige alimentos nutritivos, no solo aquellos que te satisfagan sin aportar ningún tipo de beneficio. De esta manera después de ingerirlos no te sentirás tan culpable.
Otra manera de controlar este tipo de hambre, se basa en saber controlar las emociones. Intenta racionalizar, ¿por qué tienes hambre? Puede que estés aburrido, triste o estresado. Para cualquiera de estas emociones, busca otra solución que te alivie y no esté en la comida. Hacer ejercicio, hablar con un ser querido, meditar, escuchar música…elige la actividad que prefieras y enfréntate a tus emociones de una manera sana.
En muchas ocasiones confundimos la sensación de sed con el hambre. Mantente bien hidratado para no confundir estas dos sensaciones y comer sin que el cuerpo te lo demande.

Las consecuencias de comer siguiendo emociones

Si a nuestro cuerpo le obligamos a comer más de lo que necesita, irremediablemente aumentaremos de peso corporal. Pero además, si los alimentos que ingerimos no son saludables podemos dañar nuestra salud aumentando los niveles de azúcar en sangre, los de colesterol y la presión arterial.
La solución: intenta controlar las emociones no a través de la comida y en los momentos en los que no puedas, opta por ingerir alimentos saludables.

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