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El sol es un aliado de nuestra salud: resulta beneficioso para algunos tipos de dermatitis o psoriasis y sus radiaciones ultravioleta intervienen en la producción de la vitamina D. Pero en verano tan solo son necesarios diez minutos de exposición al día y tres días a la semana para disponer de la suficiente cantidad de esta vitamina.

También es cierto que hay diferentes fototipos de piel y es necesario conocerlos para saber qué cuidados son necesarios en cada caso. Sería conveniente acudir al dermatólogo para disponer de una primera evaluación.

Sin embargo, al margen de ser un buen socio para nuestro bienestar, la exposición prolongada puede ocasionarnos quemaduras solares con serios daños celulares para el órgano más grande del cuerpo humano, produciendo nefastas consecuencias a futuro. De ahí la importancia fundamental de aprender a cuidar nuestra piel de los efectos del sol.

Sol y cáncer

Cada vez es más frecuente ver a bañistas en playas y piscinas con una camiseta. De hecho, podemos encontrar una gran oferta comercial de camisetas solares (con un índice de protección similar al de las cremas). En este punto, debemos pensar, sobre todo, en los niños y adolescentes, ya que las quemaduras solares en estas etapas de la vida son una de las causas de cáncer de piel (melanoma, carcinoma) y envejecimiento prematuro.

El daño producido por el sol es acumulativo; las radiaciones ultravioletas de la luz solar alteran el ADN, pudiendo inducir un daño permanente e irreversible. Las personas con la piel y los ojos claros deben extremar las precauciones. Si tenemos muchas manchas o lunares también debemos aplicar una crema con un factor de protección solar (SPF) elevado -al menos de 30- y renovarlo constantemente.

La Asociación Española Contra el Cáncer recomienda realizar una autoexploración de nuestra piel. Una evaluación que sería recomendable llevar a cabo cada seis meses. Ante cualquier cambio detectado (la aparición de un lunar, mancha, costra o variaciones en una lesión existente) debemos acudir al dermatólogo.

Protege tu piel si estás tatuado

Los tatuajes son mucho más que una moda pasajera. Diseños meramente estéticos para algunos, marcas en tinta cargadas de significados para otros, no cabe duda de que los tattoos continúan ganando popularidad día tras día. Por este motivo, es necesario tener muy en cuenta los cuidados necesarios para proteger la piel tatuada -especialmente durante su exposición al sol-.

En la realización de un tatuaje, las agujas perforan la piel de forma mínima hasta llegar a la dermis, una capa más profunda, depositando tinta de distintos colores (ya sea vegetal, sintética, blanca, sin metal, etc.). Se trata, pues, de una agresión a la barrera defensiva que constituye nuestra piel. Por eso debemos considerarlo como una herida que debe cicatrizar y a la que se deben aplicar los mismos cuidados que a un corte o una lesión cutánea de características similares.

El sol puede favorecer una mala cura del tatuaje o provocar una infección, produciendo alteraciones con modificaciones en el color (el color negro se torna azulado o verdoso) o la expansión de sus bordes.

Hay que esperar al menos dos meses para exponer el tatuaje al sol. Si lo hacemos, al principio es necesario utilizar crema de protección solar total. La crema solar debe renovarse cada dos o tres horas y si ésta produce algún tipo de irritación en la zona del tatuaje, lo mejor será taparlo durante unos días.

Después de varios meses, protegeremos la zona del tatuaje como hacemos con el resto de nuestra piel. Pero recordemos que la mejor opción es plantearse el tatuaje en primavera o en invierno, para que en verano la piel ya se haya regenerado.

¿Cómo afecta el sol a las cicatrices?

Cualquier cicatriz puede experimentar cambios ante una exposición solar prolongada. Habitualmente aumenta la pigmentación y cambia su aspecto. Para evitar estos efectos, es necesario utilizar una crema con factor 50 o total, y repetir la aplicación cada dos horas.

En las cicatrices quirúrgicas, es importante mantener la protección más de seis meses. Si la cicatriz ha derivado en un queloide (lesiones de la piel formadas por crecimientos excesivos del tejido cicatrizal), los cuidados deben extremarse.

Sol y acné

Aunque el sol y el agua del mar pueden ayudar a secar las lesiones producidas por los brotes de acné, siempre es necesario utilizar crema protectora, idealmente con un índice de protección elevado.

Una gran mayoría de marcas de acné suelen desaparecer, pero las cicatrices más grandes pueden oscurecerse con la toma de sol. Para eliminarlas definitivamente se debe recurrir a la medicina estética o a la cirugía plástica. Y recuerda: es muy importante no tocar los granitos o las espinillas, es mejor esperar a que se sequen.

Si el dermatólogo ha prescrito algún tratamiento (entre otros, antibióticos locales o vía oral), debemos tener mucho cuidado y no olvidar la crema con factor de protección elevado.

Lo ideal será evitar tomar el sol entre las 10 de mañana y las 4 de la tarde y beber abundante líquido, manteniendo una alimentación rica en verduras y fruta. Con el sol la piel se deshidrata y se envejece antes… ¡Protejámonos para disfrutar del sol del verano!

Y un consejo siempre útil: usar crema con protección solar si salimos a la calle o incluso si estamos a la sombra o debajo de una sombrilla… ¡No olvidando renovarla cada dos o tres horas y después de cada baño!

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